El sueño había sido muy real… vívido, sensorial…
Grité, desorientada en la habitación oscura. Sólo un segundo antes, parecía que estaba bajo la brillante luz del sol.
– ¿Bella? –susurró Edward, con su brazos alrededor mío, sacudiéndome suavemente. – ¿Estás bien, cariño?
Emití un grito ahogado, de nuevo. Sólo un sueño. No era real. Para mi completo asombro, las lágrimas caían de mis ojos sin previo aviso, resbalando por mi cara.
– ¡Bella! –dijo en voz alta, ahora alarmado. – ¿Qué pasa?
Limpió con sus dedos fríos y frenéticos las lágrimas que me resbalaban por las mejillas, pero otras las sustituyeron.
–Sólo era un sueño.
No pude contener el sollozo que rompió mi voz. Las insensibles lágrimas eran molestas, pero no pude controlar la asombrosa pena que me oprimía. Quería desesperadamente que el sueño fuese real.
–Todo está bien, amor, estás a salvo. Estoy aquí –me acunó adelante y atrás, demasiado rápido para que consiguiera calmarme – ¿Has tenido otra pesadilla? No era real, no era real.
–No era una pesadilla –sacudí la cabeza frotándome los ojos con el dorso de la mano –Era un buen sueño –mi voz se quebró de nuevo.
–Entonces ¿por qué lloras? –preguntó, desconcertado.
–Porque he despertado. –gemí, rodeando su cuello con mis brazos, y sollozando contra su garganta.
Se rió de mi lógica, pero el sonido fue tenso por la preocupación.
–No pasa nada, Bella. Respira hondo.
–Era muy real. –lloré – Quiero que sea real.
–Cuéntamelo –me urgió –Tal vez eso ayude.
–Estábamos en la playa… –me aparté, para mirar con los ojos llenos de lágrimas su ansiosa cara de ángel, borrosa en la oscuridad.
Le miré melancólicamente, hasta que la irracional pena empezó a desvanecerse.
– ¿Y...? –me apremió.
Pestañeé para que las lágrimas salieran de mis ojos llorosos.
–Oh, Edward…
–Cuéntame, Bella…–suplicó, con ojos preocupados por el dolor que sonada en mi voz.
Pero no pude. En vez de eso, rodeé de nuevo su cuello con mis brazos y mi boca se poso febrilmente sobre la suya.
No era deseo, era necesidad, tanta que dolía.
Su respuesta fue instantánea, pero pronto fue seguida por su rechazo.
Forcejeó conmigo tan delicadamente como pudo, sorprendido, apartándome mientras me sujetaba por los hombros.
–No, Bella –insistió, mirándome preocupado, como si pensara que yo había perdido la razón.
Dejé caer los brazos, derrotada, las extrañas lágrimas cayendo de nuevo en torrente por mi cara, con un sollozo creciendo más y más en mi garganta.
Él tenía razón, debía estar loca.
Me miró, con ojos confundidos y llenos de angustia.
–Lo s-s-s-siento… –farfullé.
Me acercó a él de nuevo, abrazándome estrechamente contra su pecho de mármol.
–No puedo Bella, no puedo –dijo con un agónico gemido.
–Por favor…–dije, mi ruego sonó apagado contra su piel –Por favor, Edward.
No podría decir si las lágrimas que hacían temblar mi voz le conmovieron, si fue que no estaba preparado para manejar mi repentino ataque, o si su necesidad era tan insoportable como la mía en aquel momento.
Pero cualquiera que fuera la razón, el caso es que acercó sus labios a los míos, rindiéndose con un gruñido.
Retomamos las cosas justo donde se habían quedado en mi sueño.
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